Juan Pablo Valenzuela, doctor en Economía e investigador asociado del Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile (CIAE), plantea las razones para centrar el debate educativo en mejorar la capacidad de lectoescritura de los niños.
Se avecina un año 2020 con una agenda repleta de discusiones relevantes para el futuro del país. Una que debiera entrar con urgencia tiene relación con los alarmantes índices de lectoescritura de los estudiantes de primer ciclo básico. Según datos del Estudio Nacional de Lectura 2º básico elaborado por la Agencia de la Calidad de la Educación, 158.000 alumnos no leen ni escriben al terminar primero básico. La situación se hace más crítica al llegar a cuarto básico, donde casi el 58% de los niños, cerca de 140.000 estudiantes, no comprende a cabalidad lo que lee (SIMCE, 2017).
Para Juan Pablo Valenzuela, investigador del Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile, CIAE, esto representa un atraso importante en el logro de objetivos educativos relevantes. “Hablamos que cerca de un tercio de los alumnos tienen dificultades lectoras serias en el primer ciclo básico. Si uno lo evalúa en términos de los desafíos en la construcción de escalas de capacidad, conocimientos y habilidades, que los niños de primero básico sepan leer y escribir es algo que debiera haber estado resuelto hace mucho tiempo. Sin embargo, ya llevamos 20 años del siglo XXI y todavía tenemos graves problemas en comprensión lectora y escritura”, plantea.
El investigador considera que no hacerse cargo de este tema afecta al resto de los aprendizajes. “Leer y escribir son condiciones mínimas para activar otros conocimientos. Imaginemos a un niño que tiene una prueba de Ciencias en tercero básico, pero que es silábico en su capacidad de lectura. Cuando termine de entender todo, se le acabará el tiempo y no podrá completar la prueba. Eso llevado a otros ramos, hará que esté permanentemente atrasado en la adquisición de nuevos conocimientos. Por eso, conseguir que los niños comprendan lo que leen desde muy temprano, a más tardar en segundo básico, es una meta que tiene que ver no solo con el gozo de la lectura, sino con todo el proceso de aprendizaje”, apunta Valenzuela.
En esa dirección apunta el trabajo de la Fundación Sara Raier de Rassmuss con su programa de lectoescritura Alfadeca, el cual ha sido implementado con éxito en 10 colegios de tres comunas de la Región Metropolitana, abarcando en total a 450 niños y niñas. Alfadeca se basa en prácticas exitosas de la enseñanza y aprendizaje de lectura y escritura a nivel mundial, y en términos simples consiste en un programa que apela a la multisensorialidad, combinando la memoria visual y auditiva. Así, cada letra se enseña con una imagen que refleja la forma y el sonido correspondiente. El programa tiene una duración de dos años y se aplica en salas de primero y segundo básico.
Para Valenzuela, iniciativas como Alfadeca resultan un complemento importante para el trabajo de los pedagogos en el aula: “La fundación hace un trabajo esencial en lugares con escuelas vulnerables, como Cerro Navia, entregando una metodología que apunta a la colaboración, porque finalmente no es la fundación la que hace que los niños aprendan a leer y escribir, sino que participa como un socio, otorgándoles a las escuelas y profesores una herramienta que facilita su labor. No hay que perder de vista que el trabajo que pueden hacer las familias en sus casas es importante para que los niños aprendan a leer adecuadamente, pero el corazón de este aprendizaje está en los jardines y escuelas, cuya tarea prioritaria en el primer ciclo educativo es que todos sus niños lean y escriban. Y para eso no se necesita una ley o gran infraestructura. Se trata simplemente de que todos los directivos de escuelas adquieran el compromiso de implementar estrategias y herramientas que faciliten la adquisición de estas habilidades mínimas. Que todos los niños de Chile sepan leer antes de salir de segundo básico es algo que debe pensarse como meta inmediata, no para el 2040”.
Por último, Valenzuela cree que la contingencia actual brinda un escenario propicio para que la lectoescritura se convierta en una tarea prioritaria en educación. “El diagnóstico ya está hecho, las herramientas también están. Esperemos que la discusión sobre las demandas sociales, incluyendo una eventual nueva Constitución, no deje fuera el tema educativo como un derecho social básico. Estamos frente a una oportunidad extraordinaria para generar cambios relevantes y permanentes en el futuro de nuestros niños”, concluye.